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¿Qué es creer?

En ocasiones se nos pregunta: ¿eres creyente?, ¿en qué crees?, ¿profesas alguna religión? Tal vez hemos sido interrogados por personas cercanas con estas preguntas, o quizá la vida nos ha llevado a experimentar situaciones en las que cada uno puede plantearse, ¿creo que existe un Dios?

Me siento muy afortunada porque me considero creyente, el Señor me dio la oportunidad de crecer en un núcleo familiar en el cual desde que tengo uso de razón permanece la búsqueda constante del Señor y el crecimiento espiritual. También me complace que Dios haya surgido en mi lugar, a través de diversas formas, a lo largo de mi historia, a través de: retiros espirituales, experiencias personales, en la enfermedad, en mi familia y en la universidad, por mi paso en la pastoral universitaria. Todos estos momentos han sido fundamentales para poder decir “yo creo”.

Como toda relación, ha sido fundamental cuidar, alimentar y hacer crecer, mi amistad con Jesús, así que a través de los años mi amor a Dios ha madurado, ¿cómo podría negar que el Señor está presente en cada momento?, ¿cómo podría negar que me siento sumamente agradecida por lo que me da? Gracias a él todo lo que he soñado se ha hecho realidad, gracias a él he superado momentos de crisis y de soledad.

Todavía sigo sin responder a la pregunta inicial, ¿qué es creer?, creer significa “amar”, y el amor que Jesús me ha enseñado es compatible con la entrega y el apoyo que puedo brindar a mi prójimo, a todo aquel que me rodea y se encuentra en situaciones límite o en la periferia existencial. Es poner al servicio de alguien más mis dones y talentos, ¿de qué me sirve tener fe, si no tengo amor por mi hermano?, ¿cómo puedo llamarme creyente, si no ayudo a quien lo necesita, si no puedo donar mi tiempo al servicio de Jesús?

Dios me ha mirado, con mis luces y mis sombras, y me ha amado tal como era y como soy, por eso creer también significa “reconocer”, que tengo muchas áreas de oportunidad, que mi pecado me aleja de él, pero que a través de la reconciliación puedo pedirle perdón por todo lo que he hecho mal o más aún, por todo lo que he dejado de hacer para cultivar mi fe, mis momentos de intimidad y de crecimiento espiritual.

Creer es ofrecer en oración mis momentos de desolación, de sequedad espiritual, cuando los pensamientos negativos se apoderan de mi mente y me impiden ver de forma diferente la vida, o alguna situación en particular. Hay circunstancias en las que la fe pasa por una etapa de crudo invierno, pero esta estación es solo temporal, basta con mirar cómo el frío y la sequedad sirven para tomar distancia y silencio, para retornar nuevamente con toda la esperanza y la calidez, el retorno a la primavera.

Finalmente, para mí creer significa buscar la huella de Dios en cada pequeño gesto, en una palabra de aliento, en el amanecer, en la brisa, en el silencio, en la amabilidad, en la hospitalidad, en un “buenos días”, en una sonrisa, en cada diminuta situación que vivo cada día. Es prolongar su amor a través de la generosidad y el desinterés por el bien común en mi entorno. Es pensar más en el otro y al final ponerme a mí misma.

Hace poco escuché una frase que me inspiró mucho, que decía: creer es hacer posible lo que en ocasiones para el resto es imposible, es mirar la vida como un don, un regalo, como una oportunidad y no como una complicación. Creer es experimentar la presencia de Dios en lo cotidianoTe invito a que puedas preguntarte, ¿para mí qué significa creer?

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