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Vivir la hospitalidad en lo cotidiano

A lo largo de la vida de todo ser humano está presente de manera implícita o explícita la experiencia de acoger o ser acogido, aunque pocas veces nos detenemos a reflexionar sobre el significado y el alcance de vivir esto, siendo que es algo vital para llevar una vida sana e integral.

La hospitalidad es tan antigua como el hombre, porque es una actividad que implica la convivencia con los demás, el servicio, la entrega. Más aún, la primera experiencia que vive un ser humano al nacer es la de ser acogido y atendido por su madre.

De ahí la importancia de comprender y ejercer conscientemente la virtud de la hospitalidad; y aunque es una palabra que hemos escuchado siempre, es importante conocer su raíz que procede del latín “hospitalitas” que significa “amor (afecto o bondad) a los extraños y necesitados” (Real Academia Española de la Lengua).

La naturaleza social de la persona implica la convivencia con otros, ocuparnos del bienestar de los demás; por lo tanto, la vida en una sociedad supone organización y ejecución de diversas funciones que permiten el desarrollo sano y efectivo de cualquier grupo humano. Una de esas funciones es el servicio.

El servicio consiste en hacer algo por el otro, algo que uno puede y sabe hacer y los demás necesitan. Esta acción nos permite desarrollar la posibilidad de amar a través de las acciones y desde ahí vivir la generosidad por el hecho mismo de que en el servicio se entrega el propio ser.

Sin embargo, no es suficiente el deseo de servir, sino saber hacerlo, adquirir las habilidades y desarrollar los talentos para servir de corazón y hacerlo de la mejor manera, de tal forma que quien lo recibe no solo sea beneficiario de un bien, sino del cariño que se manifiesta a través de él.

La hospitalidad se puede entender como una virtud que se vive a nivel individual, de una persona hacia otra; no obstante, cuando se vive en un grupo familiar, en una empresa o cualquier organización que tenga una misión de servicio, su efecto es multiplicador, ya que baña, irradia y transforma el ambiente en el que es ejercida de manera positiva.

El primer lugar en el que se vive la hospitalidad es en el hogar, de ahí la importancia de vivirla a profundidad, comenzando por los padres que la enseñan a los hijos, y así, a través del ejemplo, de pequeñas acciones, encargos o responsabilidades se comprende y aprende esta virtud, que en el futuro impactará la vida cotidiana y el entorno de cada miembro de la familia cuando salga de ella hacia la escuela, el trabajo, la comunidad etc.  Así pues, la sola presencia de la persona hospitalaria impactará favorablemente en cualquier tipo de relación o acción que ejecute; es decir en todo su entorno.

Se puede aprender a vivir la hospitalidad transmitiendo el interés por escuchar e interesarnos por los demás, conversando, desarrollando la capacidad de aceptar a cada persona por su propio valor, respetando la diversidad de formas de pensar y de ver la vida, situándonos desde el otro para poder comprender y descubrir las necesidades que tiene; y entonces poder vivir el servicio, la acogida y el cariño que brotarán de manera natural.

Si el primer ámbito en el que somos destinatarios de la hospitalidad es el hogar donde se vive el amor incondicional, podemos decir entonces que la naturaleza humana tiene su raíz más honda en el amor, por lo tanto, el servicio  brota de ese impulso del corazón, y la acogida ejercida desde ahí suscita la generosidad de manera espontánea, en donde lo más importante no es cuánto se da o se sirve, sino el cariño en las acciones, la intención que mueve a realizar un acto de servicio para el otro, por el simple hecho de hacerlo sentir feliz y amado.

Cuando una persona ha experimentado y aprendido el concepto de hospitalidad, puede hacerla vida en cualquier ámbito en el que se desarrolle. Así pues, el amor, la generosidad y el servicio serán una consecuencia del otro, y eso conforma la existencia, le da rumbo y sentido en todo y para todos, pero lo más grandioso de esto es la alegría que deja en el corazón vivir y hacer vivir la experiencia de la hospitalidad en lo pequeño y sencillo de cada día.

Estoy segura que a partir de ahora, no volverás a escuchar la palabra hospitalidad de la misma manera, tendrá un sentido mucho más hondo y trascendente que antes, simplemente porque lo habrás hecho más consciente.

Es una realidad que una virtud engendra otras, sin embargo, la hospitalidad es portadora y generadora de muchas que podemos vivir casi de manera automática por el simple hecho de ser hospitalarios: la caridad, el servicio, la generosidad, la alegría, la magnanimidad, la humildad, la fortaleza, la comprensión, etc.

Deseo de todo corazón que a partir de ahora  te animes a vivir la hospitalidad desde otra perspectiva, empezando desde el hogar y la vida de familia, para que no solo impactes a todos aquellos con quienes vives y convives cotidianamente, sino que puedas sentir más plenitud y alegría al hacerla vida en ti.

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