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La grandeza de lo pequeño

Una pequeña bellota puede dar un gran y fuerte roble. En el transcurso para pasar de una bellota a un roble hay todo un proceso asombroso que se da lentamente, en lo oculto, en el silencio, en lo aparentemente insignificante y que finalmente suele pasar desapercibido porque nuestra mirada sólo contempla el resultado, un gran roble.

Con frecuencia en nuestras vidas pasa lo mismo, ponemos el foco en el resultado y olvidamos darle un lugar a aquello que nos está convirtiendo en robles. Un ejemplo evidente en el tema de los árboles es cuando se siembra alguna semilla, nuestra mirada suele centrarse en el fruto que queremos que se dé y no en el proceso del día a día que nos permitirá cosechar, que no es que esté mal poner la mirada en lo que deseamos o en aquello que logramos, sino que hace falta valorar el proceso que hay detrás para llegar a donde deseamos porque además de que esto nos permite darle un sentido más profundo, es que gracias a ello se puede obtener o alcanzar el fruto de aquello que tanto buscamos.

Lo pequeño que se da en la cotidianidad de la vida es tan valioso como lo que se alcanza. Alguien que desea adquirir un hábito sabe que es tan importante el cuidado de los pequeños detalles diarios como el hacer de este un estilo de vida. Porque sabe que en esa cotidianidad va poniendo todo de sí y cada vez que se va integrando ese hábito a la vida, se va sintiendo a gusto y dando pasos con ese “poquito” que va creciendo al paso de los días.

Es fundamental apreciar cada pequeño paso que se da, ya que este anima a dar el siguiente. Hacer una parada para contemplar el recorrido que se lleva, pero sobre todo apreciar cada una de esas acciones que nos han puesto en camino hacia ese objetivo planteado, da una fuerza interior tremenda para continuar, porque se sabe que se pone lo mejor que habita dentro de uno, pues quizás para nosotros sea un desafío lo que para alguien más no tenga tanta dificultad. Además este tipo de gestos nos recuerdan que somos únicos e irrepetibles y que no hace falta comparar nuestro proceso con el de alguien más, porque ahí donde damos un pequeño paso lo damos todo.

Desde aquí tres invitaciones para valorar lo pequeño que te está construyendo en un gran  roble:

  1. Educar la mirada para lo pequeño.

Esto significa estar atento, tener vigilancia, poder reconocer esas acciones que nos llevan a alcanzar algún objetivo propuesto o aquellas en donde estamos dedicando parte importante de nuestro tiempo o una cantidad de energía significativa; puede ser en el trabajo, con alguna relación, alguna rutina… Hubo un momento en el que yo tenía la intención de retomar el hábito de la lectura, y empecé a hacerlo de un modo lento y progresivo, al principio leía una página quincenalmente, pero luego poco a poco empezaron a ser dos páginas por semana. El punto no es ni siquiera la cantidad, sino el hecho de haber comenzado por esa única hoja.

No importa lo pequeño o indiferente que parezca, al final gota a gota se parte la roca.

  1. Celebrar los pequeños pasos

Se refiere a dejarse alcanzar por las emociones que alimentan el hecho, es disfrutar, saborear aquel pequeño paso y celebrarlo.

Al ser consciente de ese pequeño acontecimiento de comenzar a leer una página me llenó de alegría, porque sabía que era el primer paso que me llevaría dar continuidad a ese hábito que tanto deseaba retomar. Además algunas veces lo celebraba y reforzaba haciendo mi lectura en lugares que me gustaban.

  1. Configurar un estilo de vida en lo pequeño.

Tiene que ver con aquella sensibilidad que ya no solo valoras en ti, sino que la mirada se vuelve más amplia y descubres cómo otros también en lo aparentemente “poco” que hacen llegan a dar tanto de sí. Ahí es donde se logra apreciar y valorar los esfuerzos que otros hacen, es entrar en nuevo hábito, que abre espacio a la comprensión y a la empatía.

Descubrir lo extraordinario en lo pequeño nos permite mirar más allá de lo evidente. Cuando así lo hacemos podemos experimentarnos en paz y a gusto consigo y con otros, porque viendo la semilla ya contemplas el árbol. Además le vamos dando un sentido más profundo y claro a lo que hacemos… y a lo que otros hacen.

Que puedas hacer una parada y preguntarte ¿dónde tienes puesta la mirada? ¿qué es lo que cuidas? ¿cuáles han sido esos pequeños pasos que esperan ser celebrados?… todo ello y ahí, es lo que puede llevarnos a ser un gran y fuerte roble.

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