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La naturaleza, lugar de encuentro con uno mismo

Desde la antigüedad los seres humanos hemos interactuado con la naturaleza, probablemente en la prehistoria era de forma muy distinta que en la actualidad.

Quizá al igual que a mí te gusta respirar aire puro en las mañanas, el aroma a tierra mojada, el murmullo del viento en época de otoño, sentir la brisa de lluvia cuando es ligera, el estruendo de las olas del mar, etc., ya que en lo personal estos sonidos suelen tranquilizarme. Pasar un rato en la naturaleza nos permite encontrarnos con nuestros sentidos, y más aún conectar con nuestros sentimientos y emociones.

Hay personas que piensan que se necesita tener alguna creencia específica para poder sintonizar con la naturaleza, puesto que es bien sabido que los monjes tibetanos, o en algunos monasterios cristianos, o actividades como el taichí, yoga… realizan meditación y autorreflexión en estos espacios de áreas verdes, o en bosques inmensos donde no existe el ruido de la ciudad, donde hay soledad, pero esta misma produce paz, tranquilidad, y sosiego emocional.

Puede uno mismo tener interacción con la naturaleza al moverse, al sentir la suave brisa, al escuchar a las aves, al sentir el pasto seco, pero también al oler y degustar el aroma de pino de un bosque, ya sea de una u otra forma experimentándolo estando solo o en compañía de una comunidad; yo he vivido en ambas experiencias cruciales, puesto que he encontrado momentos de calidad conmigo misma, que me han enseñado la importancia de permanecer vigilante en mi interior, pero también a caminar acompañada y dejarme acompañar.

Darme un espacio en soledad, simplemente contemplando las nubes, el cielo, mirando las diferentes tonalidades del verde de los árboles… me han llevado a conectar con mi espiritualidad, a realizar oración o simplemente dar gracias y por primera vez al tener silencio en mi interior y vivir momentos con mi mente en paz. Pero compartir el valor de la belleza de la naturaleza me ha servido también para identificar que soy parte de toda la hermosura de la tierra y que gracias a mi Creador es que puedo apreciar estas maravillas.

Hay dos espacios en comunidad que me gustaría compartir. El primero fue en una montaña llamada la Malinche (México), donde pude identificar como a la mitad del ascenso en los senderos pedregosos, aun con la tierra húmeda y lodosa mi mente se estaba bloqueando, teniendo pensamientos negativos, ya que me costaba mucho trabajo subir y no dejaba de pensar que probablemente “no iba a lograrlo”, pero otras voces se escuchaban a mi alrededor dándome ánimos y fuerza, eran mis amigos que cambiaron mi chip mental, al darme la mano y decirme: ¡vamos sigue adelante!, es así cómo pude corregir mis pensamientos y subir, ese día comprendí que es preciso dejarse acompañar.

El segundo momento fue en ascenso del volcán Nevado de Toluca (México), donde con algunos amigos subimos contra todo pronóstico del clima a la cima, experimentando la fuerza del viento, el ruido y tremor del choque con las paredes del cráter volcánico, donde sentía como la arena se topaba contra todo lo que se ponía a su paso, ese día descubrí la furia y el sonido del aire frío en mi cara, esa sensación me hizo comprender que ahí estaba Dios, presente en mi vida como un viento huracanado, y pude reflexionar meditar en silencio la fragilidad de mi vida y la fuerza de la naturaleza.

Probablemente, ya te hice recordar algunos momentos personales de encuentro con la naturaleza y los sentimientos y emociones que produjo en tu interior, quizá como a mí te ha permitido compartir, contemplar, agradecer, corregir, reflexionar, meditar, y ¿por qué no?, hasta cuestionarte acerca de la vida y de ti mismo. Si has pasado tiempo sin tener contacto con la naturaleza, te invito a que puedas en este nuevo año que inicia proponerte estar más en contacto contigo mismo desde la naturaleza.

Toma distancia del ruido de la ciudad al menos una vez al mes, sintoniza con tu cuerpo y mente a través de la naturaleza, realiza respiraciones pausadas y siente cómo existe algo más grande que tú, algo más allá de lo que tus sentidos conocen. Relájate y toma ese momento como una oportunidad para agradecer la belleza de la vida, de tu propia vida.

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