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Impactos antropogénicos en la atmósfera

La cuestión del impacto humano en la atmósfera está en el punto de mira de especialistas y ecologistas de todo el mundo. Y esto no es casualidad, ya que los mayores problemas medioambientales globales de nuestro tiempo (el efecto invernadero, la alteración de la capa de ozono, la lluvia ácida) están relacionados con la contaminación antropogénica de la atmósfera.

La desprotección del aire atmosférico es un problema clave para la mejora del entorno natural. El aire atmosférico ocupa una posición especial entre los demás componentes de la biosfera. Su importancia para todos los seres vivos de la Tierra no puede ser subestimado. Un ser humano puede estar sin comida durante cinco semanas, sin agua durante cinco días y sin aire durante solo cinco minutos. Al mismo tiempo, el aire debe tener una cierta pureza y cualquier desviación de la norma es peligrosa para la salud.

El aire atmosférico también cumple una función ecológica protectora muy compleja, al proteger a la Tierra del cosmos absolutamente frío y del flujo de radiación solar. La atmósfera es el espacio donde tienen lugar los procesos meteorológicos globales, donde se forman el clima y el tiempo, y donde quedan atrapadas las masas de meteoritos.

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La atmósfera es capaz de autolimpiarse. Se produce cuando los aerosoles son arrastrados fuera de la atmósfera por las precipitaciones, la mezcla turbulenta de la capa de aire superficial, la deposición de contaminantes en la superficie del suelo, etc. Sin embargo, en las condiciones modernas, la capacidad de los sistemas naturales de autodepuración de la atmósfera se ha visto seriamente mermada.

Bajo la avalancha de contaminación antropogénica en la atmósfera han empezado a aparecer consecuencias ecológicas muy indeseables, incluso de carácter global. Por ello, el aire atmosférico ya no cumple plenamente sus funciones ecológicas de protección, regulación térmica y mantenimiento de la vida.

Contaminación atmosférica

La contaminación atmosférica debe entenderse como cualquier alteración de su composición y propiedades, que tiene un impacto negativo sobre la salud humana y animal, las plantas y los ecosistemas.

La contaminación atmosférica puede ser natural (natural) y antropogénica (antrópica).

La contaminación natural del aire está causada por procesos naturales. Entre ellas, la actividad volcánica, la meteorización de las rocas, la erosión eólica, la floración masiva de las plantas, el humo de los incendios forestales y esteparios, etc.

La contaminación antropogénica está asociada a la liberación de diversos contaminantes durante las actividades humanas. En su escala supera considerablemente la contaminación natural del aire atmosférico.

Según la escala de distribución, se distinguen diferentes tipos de contaminación atmosférica: local, regional y global. La contaminación local se caracteriza por un mayor contenido de contaminantes en zonas pequeñas (ciudad, zona industrial, zona agrícola, etc.). La contaminación regional afecta a grandes zonas pero no a todo el planeta. La contaminación global está asociada a los cambios en el estado de la atmósfera en su conjunto.

Según el estado de agregación, las emisiones de sustancias nocivas a la atmósfera se clasifican en: 

  • Gaseosos (dióxido de azufre, óxidos de nitrógeno, monóxido de carbono, hidrocarburos, etc.)
  • Líquido (ácidos, álcalis, soluciones salinas, etc.)
  • Sólidos (sustancias cancerígenas, plomo y sus compuestos, polvo orgánico e inorgánico, hollín, sustancias resinosas, etc.).

Los principales contaminantes del aire atmosférico que se forman en el proceso de las actividades industriales y otras actividades humanas son el dióxido de azufre (SO2), los óxidos de nitrógeno (NOx), el óxido de carbono (CO) y las partículas. Representan alrededor del 98% del total de las emisiones de sustancias nocivas.

Y de los principales contaminantes, en la atmósfera de las ciudades y pueblos se observan más de 70 nombres de sustancias nocivas, como formaldehído, fluoruro de hidrógeno, compuestos de plomo, amoníaco, fenol, benceno, sulfuro de carbono, etc. Sin embargo, son las concentraciones de los principales contaminantes (dióxido de azufre, etc.) las que más frecuentemente superan los niveles permitidos en muchas ciudades.

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Además de estos contaminantes principales, entran en la atmósfera muchas otras sustancias tóxicas muy peligrosas: plomo, mercurio, cadmio y otros metales pesados (fuentes de emisión: automóviles, fundiciones, etc.); hidrocarburos (dióxido de azufre, dióxido de carbono, etc.). ); Hidrocarburos (NaCl), el más peligroso de los cuales es el benzo(a) pireno, que tiene un efecto cancerígeno (gases de escape, hornos de calderas, etc.), aldehídos, y principalmente formaldehído, sulfuro de hidrógeno, disolventes volátiles tóxicos (gasolina, alcoholes, ésteres), etc. 

La contaminación atmosférica más peligrosa es la radiactiva. En la actualidad, está causada principalmente por los isótopos radiactivos de larga vida distribuidos por todo el mundo, productos de las pruebas de armas nucleares realizadas en la atmósfera y el subsuelo: la capa terrestre de la atmósfera también está contaminada por las emisiones radiactivas a la atmósfera de las centrales nucleares en funcionamiento durante su operación normal y otras fuentes.

Destaca la liberación de sustancias radiactivas de la unidad 4 de la central nuclear de Chernóbil en abril-mayo de 1986. Mientras que durante la explosión de la bomba atómica sobre Hiroshima (Japón) se liberaron 740 g de radionúclidos a la atmósfera, el accidente de la central nuclear de Chernóbil en 1986 supuso una liberación total de 77 kg de sustancias radiactivas a la atmósfera.

Otra forma de contaminación atmosférica es el exceso de calor local de origen antropogénico. Un indicio de la contaminación térmica de la atmósfera son las llamadas zonas térmicas, como las «islas de calor» en las ciudades, el calentamiento de las masas de agua, etc.

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